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LA MARCA DE JANo
Jano era el dios de las puertas, y de los principios y
finales de las cosas. Se le puso su nombre al mes de Enero (“Januarius”). Se le
representaba con dos rostros unidos por la parte posterior del cráneo que
miraban en direcciones opuestas, representando que veia a la vez el pasado y el
futuro. Por eso recibia el epiteto de Bifronte.
-¿Y que hacia?- pregunté.
- Bueno, en principio no mucho. Era un dios menor,
domestico, como Vesta. Se le invocaba al comenzar proyectos importantes. Su
templo estaba abierto en tiempos de guerra, y cerrado en tiempos de paz.
- No debió estar cerrado muchas veces, con lo guerreros que
eran los romanos…
-Según las crónicas, solo cuatro veces en siete siglos…
pero, en algunas fuentes, se le menciona como el padre de todos los dioses, superior
incluso a Jupiter. Ovidio dice que existia incluso antes de la creación del
universo, en el cáos primordial. La leyenda le muestra como civilizador de los
primeros habitantes del Lácio.
- Caramba.. ¿y como acabó siendo un diosecillo de las
puertas?
- Bueno, a saber… lo cierto es que hay bastante misterio
alrededor de Jano y sus funciones. Frazer, en su “Rama Dorada” ya lo mencionaba.
Tengo algunos colegas catedráticos algo heterodoxos que a veces me comentan sus
sospechas de que la verdad era
algo mas túrbia de lo que relata la história oficial…
- ¿Mas túrbia? ¿Qué piensan, que era una especie de
extraterrestre o algo?
-No, no…- rió- Es solo que… bueno, a menudo tenemos una
imagen de la mitología clásica, y de esa época en general, algo idealizada… y
nos olvidamos de que, junto al orden, la poesia, la civilización… tambien
tenian sus supersticiónes, sus ritos bárbaros, en fin, sus puntos oscuros. Pero
bueno, de momento debo ir a mi siguiente clase. Ha sido un placer charlar con
usted, joven.
A principios del año siguiente, el profesor Gohmier hizo un
viaje a Grécia, en una investigación. Se perdió el contacto con el, y nunca mas
se volvió a saber de el.
Recordaba todo esto debido al extraño colgante que habia
descubierto en torno al cuello y descansando sobre los generosos pechos de mi
amada Sabina. Nunca me habia fijado en el con detalle, hasta nuestra primera noche
de amor. En un momento de la madrugada, yo desperté y me giré hacia ella, que
seguía durmiendo. La luz de la luna entraba por la ventana. Me quedé admirando
su belleza. Era preciosa, mas de lo que puedo describir. Acaricié suavemente,
con cuidado de no despertarla, su melena rizada, su rostro, su cuello… y entonces me fijé en el colgante. Lo elevé un
poco, para que le diera la luz y poder examinarlo mejor. Era una espécie de
pequeña monedita plateada, con el perfil de una efigie esculpida. Representaba
dos rostros, unidos en su parte posterior.
A la mañana siguiente, como curiosidad, le pregunté a Sabina
por el colgante.
-Es un recuerdo de familia- dijo sonriendo - ¿A que no sabes
que representa?
- Si. Es el dios Jano. Un dios romano, ¿verdad?
- ¡Ah, vaya, el universitario! – rió – Si. Me lo regaló mi
hermano, antes de irme de Itália. Siempre me trae suerte.
No recuerdo que dije despues, pero creo que cambiamos de
tema. Estaba tan radiante esa mañana, que no pude resistirme y me lanzé a
comermela a besos. Cuanto la queria…
Fue la época mas feliz de mi vida. Estaba enamorado como
nunca lo habia estado. Los meses siguientes, realizando los preparativos de la
boda, fueron un sueño.
Nos casamos en Júlio. A la boda vinieron de Itália sus
padres y otros parientes, pero curiosamente no su hermano, al que aun no
conocia.
-Está enfermo- me dijo su padre – Tienen que operarle la
rodilla.
Decidí no darle mas importáncia. ¡Era el dia mas maravilloso
de mi vida!
Para la luna de miel nos ibamos a Roma. Supuse que allí
habría ocasión de visitarle. No me equivoqué.
El primer dia, por la noche, en el hotel, despues de la
cena… me invadió el sueño… Absurdo. Yo no quería dormir, no debía. Quería pasar
la noche con mi mujer. Pero no podía… aquel extraño sueño… Sabina dijo que no
importaba, que habria muchas mas noches, que descansara…
Sabina… mi amor… tu dulzura… tu belleza… tus ojos… mas allá
del placer… mas allá del dolor… de la vida… y de la muerte… ¿Eres un angel? O quizá una diosa, que bajó del olimpo para
vivir entre los mortales… ¿Quién eres, Sabina? ¿Qué eres? Tus ojos son bellos…
pero en ellos veo… no veo nada… la Nada, el Abismo… Sabina…
Desperté. Pero ya no estaba en la habitación del hotel.
Estaba oscuro, con una debil luz ocre. Oí un crepitar como de fuego. Al acostumbrarme
a la escasa luz, distinguí unas antorchas. ¿Dónde…? Tenía frio, y entonces me
di cuenta de que estaba desnudo. Intenté incorporarme, y vi que no podía. ¡Estaba
atado!
-¿Qué es esto…? ¡Sabina! ¿Dónde estás?
Volteé la cabeza a mi alrededor. Aquello era una espécie de
cueva. Yo estaba tumbado con las extremidades atadas, sobre algún tipo de
plataforma… No entendía nada, y todavía entendí menos cuando vi que los que
llevaban las antorchas tambien estaban desnudos. Y mi incomprensión se
transformó en una mezcla de incredulidad y horror al distinguir entre ellos a
los padres de Sabina, y otros invitados de la boda.
¿Qué manicómio era ese…? Sin darme casi cuenta, me salió una
carcajada histérica producida por el puro nerviosismo. ¿Estaba soñando…? Aquello
no podía ser real.
-No. No sueñas…- susurró una dulce voz, y unas suaves manos
me acaraciriaron el pelo y la cara. No quería mirar quien era, porque en el
fondo ya lo sabía, y no quería enfrentarme a ello.
Si. Era Sabina.
No podía hablar. Lo intentaba, pero mi boca no obedecía.
Tras mucho esfuerzo, solo fui capaz de balbucear:
-Te… te q-quiero… te… quiero…
Sonrió. Agachó la cabeza hacia mi.
-Yo tambien… por eso te he elegido a ti… porque te quiero,
te ofrezco el mayor honor, el mayor don. Mira…
Con sus manos, volteó mi cabeza hacia la izquierda. Los
otros se apartaron. Mis cuerdas vocales se recuperaron súbitamente. Grité a
pleno pulmón.
Estaba sentado en una silla. Tambien iba desnudo, como todos
los demas. Tendria unos veintitantos años, como yo. Era alguien normal, con
aspecto normal, con una cara normal.
Su otra cara tambien era normal.
La tenía pegada a la sién derecha. Era un remedo de cabeza,
un pedazo de carne irregular. En el había ojos, nariz, boca, algo de cabello…
que reproducian los mismos rasgos de la cara principal. El primer rostro estaba
impasible. El otro en cambio, no cesaba de hacer muecas… muecas…
-Es mi hermano. Jano. Así le bautizamos al nacer. Durante
generaciones, mi familia esperó el nacimiento de un bebé que tuviera la Marca
de Jano. Por fin Jano regresó a nosotros. Y hoy será ungido con sangre humana.
La tuya, mi amor.
Me explicaba esto con voz tierna, acariciándome. Lo hacía
para que lo entendiera. No quería hacerme sufrir demasiado. Realmente, me
queria. Entendí entonces el sueño de despues de la cena. Un somnifero.
-Es… el fin… el fin…
-No, amor mio… Jano es el dios de los principios.
Esto es el principio…
Hoy sigo vagando por estas cavernas donde fui sacrificado a
Jano. No me apesadumbra tanto ser un fantasma como el terrible recuerdo de la
Marca de Jano. Me acompañará eternamente.
-Mensaje canalizado por la Médium
Agatha Sainclair en unas cavernas a las afueras de Roma, el 10 de Enero del
2005.
1 comentario:
Hombre, te he visto más inspirado en otras ocasiones, pero original sí que eres, y como has dicho, es tuyo. Saludos.
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